Él sabía que existía el bien y el mal, pero no le importaba. Mataba malas y buenas personas por igual.
Al otro lado no le esperaba la vida, solo quería llegar a la orilla, recordar la felicidad, morir feliz.
Durante el interrogatorio, el criminal no mostró cordura. Mucho menos remordimiento.
Y sin cesta, apenas con una tela pequeña, el bebé fue abandonado a su muerte.
Ay sebas! a los años que te leo..como siempre me dejas sin palabras… (…)
Gracias por pasarte por acá. Mmm, pero si no tenías palabras, ¿cómo hiciste para comentar? 😀